Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2016 el 39% de los hombres y 40% de las mujeres en edad adulta tenían sobrepeso a nivel mundial, mientras que el 11% de los hombres y el 15% de las mujeres en edad adulta tenían obesidad. Asimismo, más de 340 millones de niños y adolescentes padecían sobrepeso u obesidad.
La tendencia de estas cifras sigue en alza a causa de promover hábitos alimenticios poco saludables, un estilo de vida sedentario, la falta de servicios de atención médica y apoyo financiero, entre otras.
El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. El índice de masa corporal (IMC) es el indicador más comúnmente utilizado en adultos para detectar sobrepeso y obesidad.
Este indicador se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos al cuadrado de su talla en metros (kg/m2). Un IMC igual o superior a 25 kg/m2 indica sobrepeso, mientras que un IMC igual o superior a 30 kg/m2, obesidad.
- A pesar de que el IMC resulta un indicador altamente útil a nivel poblacional, es cierto que este parámetro no tiene en cuenta la composición corporal de la persona (grasa corporal y masa muscular), por lo que no sería adecuado guiarse únicamente a través de este indicador a nivel individual, ya que presentar un IMC normal no se traduce en tener niveles adecuados de grasa corporal.
- Se conoce que la obesidad es un claro factor de riesgo para padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II, algunos tipos de cáncer (endometrio, mama, colon…), hipertensión arterial, dislipemia, esteatosis hepática, apnea del sueño, etc. Sin embargo, la obesidad también se asocia con un mayor riesgo de sufrir problemas de fertilidad, uno de los problemas más frecuentes entre las parejas en la actualidad.
- La infertilidad es un problema global en aumento. Ésta se define como la imposibilidad de lograr un embarazo clínico después de 12 meses o más de mantener relaciones sexuales regulares sin protección.
Se estima que aproximadamente un 15% de las parejas en edad reproductiva tiene dificultades a la hora de concebir. La infertilidad afecta aproximadamente a 1 de cada 7 parejas en el Reino Unido, lo que es similar a una estimación de la prevalencia en los EE.UU y en cuanto a la población española, actualmente alrededor de 800.000 parejas sufren problemas de infertilidad.
La obesidad puede afectar tanto a la fertilidad femenina, como masculina.
Fertilidad femenina
Por una parte, las mujeres con obesidad tienden a tener niveles más altos de insulina circulantes, lo cual es un estímulo conocido que aumenta la producción de andrógenos ováricos (hormonas esteroideas que estimulan el desarrollo de los caracteres sexuales masculinos).
Los niveles altos de andrógenos se aromatizan a estrógenos debido al exceso de tejido adiposo, lo que genera una retroalimentación negativa en el eje hipotalámico-pituitario-ovárico (HPO) y afecta la producción de gonadotropinas (una serie de hormonas secretadas por la hipófisis), manifestándose como anomalías menstruales y disfunción ovulatoria.
La hiperinsulinemia está además muy implicada en la patogenia del síndrome de ovario poliquístico (SOP), caracterizado por oligomenorrea e hiperandrogenismo. La obesidad contribuye a la resistencia a la insulina y parece exacerbar los síntomas del SOP.
Asimismo, los niveles elevados de andrógenos en el SOP conducen a la deposición de grasa visceral, lo que provoca resistencia a la insulina e hiperinsulinemia, lo que estimula aún más la producción de andrógenos suprarrenales y ováricos en un ciclo perpetuo. Se observa que más de la mitad de las mujeres en edad fértil que sufren SOP tienen obesidad.
Por otra parte, el tejido adiposo es un órgano endocrino que produce muchas adipoquinas proinflamatorias, incluidas la leptina, el factor de necrosis tumoral α y la interleucina (IL) 6.
Concretamente, se observa que las mujeres obesas tienen niveles circulantes más altos de leptina, una hormona que regula la homeostasis energética y la función neuroendocrina, lo que puede conducir a una regulación negativa crónica de este receptor en el cerebro. También se observan niveles circulantes más altos de PCR, un marcador de inflamación sistémica.
Las vías inflamatorias tienen una importancia crítica en los eventos reproductivos, como la ruptura del folículo en el momento de la ovulación y la invasión del trofoblasto en el endometrio receptivo.
Por lo tanto, la obesidad en la mujer se asocia con retraso en la concepción, ya que un aumento de IMC incrementa el riego de producir disfunción ovulatoria, lo que resulta en irregularidad menstrual, deterioro del desarrollo de los ovocitos y su calidad, además de tener efectos directos sobre el endometrio.
Fertilidad masculina
En cuanto al hombre, la obesidad se asocia con un 20% de casos de infertilidad y subfertilidad masculina.
La principal causa de infertilidad masculina por obesidad es la alteración hormonal que ésta provoca en el organismo del hombre. La obesidad se traduce en una mayor cantidad de células grasas o tejido adiposo en el organismo.
Al igual que en la mujer, la leptina juega un papel importante en la función reproductiva. Los niveles de ésta dependen de los depósitos de grasa corporal, de la ingesta de alimentos y de la energía consumida, por lo que un incremento del IMC se relaciona con el aumento de la leptina sérica.
Numerosos estudios sugieren que el aumento de los niveles de leptina afecta a la función de las células de Leydig en los testículos, por lo que no hay suficiente producción de testosterona (hormona masculina) y esto acaba afectando a la producción y maduración de los espermatozoides.
Asimismo, existe una mayor conversión de testosterona a estrógenos, provocando unos niveles disminuidos de hormona masculina y de gonadotropinas, lo cual atribuye a la interrupción del eje hipotálamo-pituitario-gonadal.
La consecuencia es una disminución de la cantidad y calidad del semen (disminuye el volumen del eyaculado, el número de espermatozoides, y su movilidad y aparecen alteraciones morfológicas de los mismos).
Además, se observa un aumento de temperatura a nivel testicular en los varones con exceso de peso, que también se acompaña de un aumento en la producción de adipoquinas proinflamatorias. Ambos factores contribuyen a un mayor estrés oxidativo en el testículo, lo cual favorece la aparición de alteraciones en el ADN de los espermatozoides.
¿Cómo se puede intentar revertir los problemas de fertilidad?
La pérdida de peso se asocia con una mayor fertilidad tanto en hombres como en mujeres con sobrepeso y obesidad. Diferentes estudios muestran que una pérdida del 5% al 10% del peso corporal total puede conseguir una reducción del 30% de la grasa central o visceral, lo cual se traduce en una mejoría significativa en la sensibilidad a la insulina, un factor clave para restablecer la función reproductiva.
Por un lado, la pérdida de peso en mujeres infértiles con sobrepeso y obesidad, se asocia con mejoría en la ovulación e irregularidad menstrual con mayor probabilidad de conseguir un embarazo natural sin tener que recurrir a la FIV (Fecundación in Vitro).
Por otro lado, en un meta-análisis de 28 estudios observacionales (Salas-Huetos et al., 2020) se asociaron los hombres con sobrepeso y obesidad con un menor volumen de semen, recuento y concentración, vitalidad, motilidad total y morfología normal. Asimismo, un bajo peso también se asoció con una menor morfología normal. Además, un aumento de 5 cm en el Índice de Cintura-Cadera (ICC) de los hombres se relacionó con un 6.3% menos de concentración espermática. Por lo tanto, en hombres, mantener un peso saludable y baja adiposidad es esencial para mantener unos parámetros de calidad espermática correctos y, por lo tanto, mayor fertilidad.
La modificación del estilo de vida es claramente un componente clave para bajar de peso y mantener una composición corporal adecuada.
En diferentes revisiones sistemáticas y meta-análisis, se ha comprobado que las intervenciones para bajar de peso, tales como dieta y ejercicio, mejoraron las tasas de embarazo. Concretamente, se observó una mejoría en el estado ovulatorio de las mujeres y una mayor calidad espermática en hombres.
A modo de conclusión, mantener un IMC normal, teniendo en cuenta una correcta composición corporal, se traduce en mayor salud y menor riesgo de padecer cualquier tipo de enfermedad.
Para ello, es imprescindible mantener unos hábitos de alimentación saludables. Seguir una Dieta Mediterránea (frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos, aceite de oliva virgen, carne blanca, pescado…) se asocia con un menor índice de obesidad abdominal, que predice el riesgo de diabetes, hipertensión, infarto o de accidente cerebrovascular, además de mejorar el desarrollo embrionario y fetal, y disminuir los problemas disovulatorios y de infertilidad.
Asimismo, es fundamental complementar la dieta con un estilo de vida activo. Además de caminar unos 10.000 pasos al día, se recomienda combinar ejercicios de fuerza con ejercicio cardiovascular para mantener unos niveles de masa muscular saludables, a la vez que un porcentaje de grasa corporal adecuado.
Eider López Garciandía
Especialista en Nutrición humana y Dietética de Clínica ServiDigest