Las bebidas alcohólicas forman parte de la cultura y la sociedad y tendemos a normalizar su consumo. Es importante entender cómo el alcohol afecta nuestro organismo, especialmente cuando su ingesta es crónica.
Cuando consumimos bebidas alcohólicas, el alcohol es absorbido rápidamente a través del estómago y el intestino delgado, alcanzando el torrente sanguíneo en cuestión de minutos. Una vez en la sangre, el alcohol se distribuye por todo el cuerpo, incluyendo el sistema nervioso central. Su capacidad para atravesar membranas celulares permite que afecte directamente a las células cerebrales, resultando en los primeros signos de embriaguez.
El alcohol deprime el sistema nervioso central, inhibiendo la función cerebral. Esto se traduce en una disminución de la coordinación, la atención y la toma de decisiones. Los efectos varían según la concentración de alcohol en sangre (BAC, por sus siglas en inglés):
- 0.02-0.05% BAC: Efectos sutiles, como relajación y leve euforia. Disminución de inhibiciones.
- 0.05-0.08% BAC: Coordinación y capacidad de reacción afectadas. Mayor relajación y desinhibición.
- 0.08-0.10% BAC: Mayor desinhibición, disminución de la coordinación y juicio comprometido.
- 0.10-0.15% BAC: Efectos más pronunciados en la coordinación y el juicio. Habla afectada.
- 0.15% BAC en adelante: Grave embriaguez. Pérdida significativa de control motor, riesgo de accidentes y deterioro cognitivo.
Hígado
El hígado es el órgano encargado de metabolizar el alcohol. Las enzimas hepáticas convierten el etanol en acetaldehído, una sustancia tóxica que luego se descompone en acetato y, finalmente, en agua y dióxido de carbono. Este proceso es limitado por la velocidad de las enzimas, lo que contribuye a la acumulación de acetaldehído en la sangre. El consumo crónico puede conducir a enfermedades hepáticas progresivas, desde la esteatosis hepática hasta la cirrosis. La acumulación de grasas en el hígado (esteatosis) es un primer indicador, seguido por la inflamación (hepatitis alcohólica) y finalmente la cirrosis.
Sistema Nervioso Central (SNC)
El SNC es particularmente sensible al alcohol. El consumo crónico puede llevar a cambios estructurales y funcionales en el cerebro. Entre los efectos notables se encuentran:
- Atrofia cerebral: La pérdida de tejido cerebral, especialmente en áreas como el hipocampo, puede ocurrir con el tiempo, afectando la memoria y las funciones cognitivas.
- Alteraciones en neurotransmisores: Cambios en la liberación y recepción de neurotransmisores, como la dopamina y el glutamato, que contribuyen a cambios en el estado de ánimo y la función cognitiva.
- Deterioro cognitivo: Problemas de concentración, memoria y aprendizaje son comunes en individuos con consumo crónico de alcohol.
Piel
El alcohol puede interferir con la absorción de nutrientes esenciales, lo que contribuye a una piel desnutrida y opaca. El eritema facial es un síntoma común en personas que consumen alcohol de manera crónica, producido por la dilatación de los vasos sanguíneos, que puede dar lugar a este enrojecimiento facial persistente.
Microbiota
El consumo crónico de alcohol puede alterar el equilibrio normal de bacterias en el intestino, llevando a una disbiosis que afecta la digestión y la absorción de nutrientes. Esta disbiosis puede contribuir a la inflamación crónica en el tracto gastrointestinal, afectando la salud intestinal y sistémica.
Peso
El consumo de alcohol contribuye al aumento de peso debido a su alto contenido calórico. Las bebidas alcohólicas son ricas en calorías vacías que no proporcionan nutrientes esenciales, y su ingesta regular puede llevar a un exceso calórico acumulativo. Además, el alcohol puede alterar el metabolismo, reduciendo la oxidación de grasas y promoviendo su almacenamiento en el cuerpo.
Hidratación
El alcohol tiene un efecto diurético, aumentando la producción de orina y, en consecuencia, la pérdida de líquidos. Este efecto diurético puede llevar a la deshidratación, especialmente cuando el consumo de alcohol no se acompaña de una ingesta adecuada de agua. La deshidratación puede causar una serie de efectos adversos en el organismo, incluyendo sequedad en la piel, dolores de cabeza y una disminución en el rendimiento cognitivo y físico.
¿Cuándo se considera consumo crónico de alcohol?
El consumo de alcohol recomendado es cero, ya que aunque su consumo sea mínimo, tiene efectos negativos en el organismo. Sin embargo, podemos hablar de consumo de alcohol de bajo riesgo y de alto riesgo.
Bajo riesgo:
Se considera consumo de bajo riesgo en hombres un consumo que no supere los 20g de alcohol / día, lo que equivaldría a una copa de vino o una jarra de cerveza. En las mujeres, un consumo de bajo riesgo sería el que no supera los 10g, lo que equivaldría a media copa de vino o una copa de cerveza.
Alto riesgo:
Se considera consumo de alto riesgo en hombres un consumo de 28 o más unidades de bebida estándar (UBE) a la semana, o 40g de alcohol al día, que equivaldría a 4 UBE, o más de 6 UBE seguidas. En las mujeres, un consumo de alto riesgo sería de 17 o más UBE o 20-25g de alcohol al día, que equivalen a 2-2,5 UBE o más de 4 UBE seguidas.
*UBE: unidad de bebida estándar
A pesar de ser una sustancia ampliamente aceptada y normalizada socialmente, queda claro que el alcohol puede causar daños significativos a corto y largo plazo, afectando tanto la salud física como mental. La tendencia de la sociedad a subestimar estos riesgos y a minimizar las consecuencias del consumo de alcohol es preocupante. Es crucial tomar conciencia de los peligros asociados con el alcohol y promover un consumo responsable y consciente para proteger nuestro bienestar.