Hay cualidades que favorecen un peso sano, aspectos del carácter a reafirmar cuando se quiere bajar de peso, para que sea sostenible el nuevo modo de comer y de tratarse a uno mismo. Son formas de ser que se pueden potenciar si se les dedica atención y se hacen actos para aumentarlos.
• La cualidad de la paciencia: para mantener las pautas de alimentación y ejercicio incluso cuando parece que no esté dando resultado. Es muy habitual que haya semanas en las que el resultado sea menos del esperado aún y seguir la pauta acordada.
• El compromiso con el tratamiento. Si ya has sentido que el sistema de comidas que se te ha propuesto es el adecuado, es cuestión de mantenerse fiel a este sistema y no empezar a hacer cambios sin contrastarlo antes, o tomar complementos que prometen grandes ayudas, etc. Y si no se está convencido de lo que se ha propuesto, se replantea de nuevo hasta que lo que se siga, uno sepa que es lo necesario.
Para valorar si los cambios de alimentación y pautas de estilo de vida están siendo efectivos, es necesario dejar pasar varias semanas y no solo 1-2 semanas. Estar comprometido con el tratamiento hace que uno mismo se responsabilice de compensar extras haciendo más ejercicio, aprenda a cocinar para preparar los platos que se le indican, esté dispuesto a hacer una organización semanal de los menús para evitar imprevistos, etc.
• La capacidad de organización y establecer prioridades: para destinar los recursos necesarios al seguimiento de las pautas propuestas. Por ejemplo: dedicación a cocinar lo necesario, procurarse un sitio adecuado para comer, dedicar el tiempo necesario al ejercicio y saber evitar eventos y situaciones que claramente llevarán a un exceso. Si uno se da cuenta que no sabe cocinar puede tomar unas clases de cocina, o si no hay tiempo para ir a hacer la compra, se puede comprar por internet.
Se trata de hacer una lista anotando todo lo necesario para llevar a cabo los cambios que se han propuesto, y escribir al lado todas las cosas nuevas que se tendrán que hacer para que esto pueda suceder.
• El gusto por la belleza. Tener el sentido del gusto por la belleza más agudizado ayuda a que se descarten muchos excesos de comida, por el hecho de que esté presentada de forma poco cuidadosa o porque el contenido sea desequilibrado, o el sabor sea inferior al deseado. Esto hace que se sea mucho más selectivo y que por ejemplo en un aperitivo sólo se coman los 3-4 alimentos más especiales, o que sólo se tome una copa de vino si es exquisito y hay la copa adecuada para servirlo.
• Tener adaptabilidad: poner puntos medios cuando las pautas no se puedan seguir a la perfección, para evitar estar en el extremo de “si hago dieta la hago a rajatabla y sino, como lo que me apetezca”.
Aunque se esté en una comida de celebración, se puede decidir si se añade salsa al plato o no, si se toma el pastel de postre o no, o si se bebe 1 copa ó 2, o más. Estos acuerdos previos son los que hacen que esta comida suponga un ligero exceso o un extra importante.
• Objetividad: tanto a la hora de valorar los resultados, como en la búsqueda de información referente a la dieta y consejos alimentarios. Frases como: “dicen que se tiene que comer de todo”, se usan para justificar el hecho de haber comido alimentos inadecuados; cuando ya se sabe que esta frase se refiere a alimentos sanos. Es evidente que no hace falta tomar bebidas azucaradas, barritas energéticas o gominolas.
También demuestra objetividad el hecho de proponerse un ritmo de pérdida de peso de 0,5 a 1 kg por semana, en lugar de pretender bajar a ritmo más rápido. Cuando se hacen propuestas de peso inalcanzables, fácilmente se tienen motivos para dejar la dieta, al considerarla poco efectiva.
• Tener atención completa en lo que se está haciendo: para actuar de modo más consecuente con las propuestas que se han hecho. Si en el momento de comer se implica completamente la atención, se captará el sabor y la temperatura del alimento, la textura, el aroma, el sonido que hace al masticarlo, y la sensación que deja en boca al tragarlo. Captar todas estas atenciones hace que la mente se dé más cuenta de que ha comido y sea suficiente con menor cantidad.
Esto también es aplicable al momento de hacer la compra de comida. Si se evitan distracciones, se comprará lo necesario y se estará menos pendiente de reclamos publicitarios que pueden desviar la compra hacía alimentos innecesarios.
• Equilibrar el ritmo en el que se hacen las cosas. Si uno se ve siempre precipitado y comiendo rápido es difícil que se llegue a sentir satisfacción con la comida. Por lo menos las comidas principales requieren 20-30 minutos para llegar a la saciedad.
También el preparar la mesa forma parte del ritual de comer, igual que dedicar un tiempo a cocinar. Si un día a la semana se dedica un espacio a guisar un plato, se apreciará más que si siempre se hacen platos rápidos tipo carne a la plancha o platos fríos como ensaladas.
Haberle dedicado el tiempo necesario a una comida es un ingrediente más de esta comida, que se aprecia y la hace aumentar de valor, tanto al prepararla como al degustarla.
• Valorar más la comida. Si se adquiere más consciencia de lo que supone producir y que nos llegue un alimento, se es más respetuoso con la comida. Esto es independiente del precio del alimento, tiene que ver con tener la visión de todos los pasos necesarios para producir una manzana, el pan, o cualquier otro alimento. A veces es necesario conocer todo el procedimiento de producción para tenerlo presente y que esto nos ayude a darle el valor que tiene. También se puede recuperar el hecho de dar un valor añadido a ciertos alimentos. Por ejemplo, hace años tomar piña era un postre de fiesta, y puede seguir siéndolo si nosotros le damos este valor. Así la podremos presentar como un postre apreciado en una celebración, en lugar de otras opciones más calóricas como helados o pasteles.
• Procurarnos un espacio para relajarnos.
Sabemos que en ocasiones se come excesivamente por ansiedad, estrés y para bajar la tensión física que se produce en el cuerpo. Es básico buscar qué cosas ayudan a reducir esta tensión. Puede ser hacerse un masaje 1 vez por semana, irse a dormir 1 hora antes, quedar con un amigo para compartir algo que nos entusiasme, o salir a dar un paseo por un espacio confortable.
Se tiene que saber que el propio estrés hace que se quiera dejar de hacer estas cosas que relajan, haciéndonos ver que son banales y poco productivas. Si a estas actividades se les da una prioridad dentro de la semana, y se decide cuando se harán, es mucho más probable que se lleven a cabo; estando así mucho más relajados y en armonía con la vida que se vive.
• Tener actividades disponibles para momentos en los que se esté aburrido. El aburrimiento puede llevar a comer de más, y sabiéndolo, se puede organizar las actividades del día para evitar entrar en ese estado. Es habitual que el horario en el que se sienta aburrimiento sea bastante predecible, es decir que siempre sea en una franja del día en concreto. Esto facilita mucho el poderse pautar actividades en este momento.
Por ejemplo, se puede coger la costumbre de quedar con un amigo para ir al cine el domingo por la tarde, en lugar de quedarse en casa e ir picando de vez en cuando cosas de la nevera.
Viéndolo así, se trata de escribirse en qué momentos del día o de la semana uno reconoce que se siente aburrido, y anotar cómo se pueden mover los horarios y actividades del día para evitarlo.
Se pueden nombrar muchas más cualidades y actitudes en este escrito, serán todas las que cada uno encuentre que le son favorables y le dan calidad de vida. Cuando los vayas identificando las puedes escribir en este blog y compartir con nosotros.