Saborear la comida hace que se coma en menor cantidad. Imagina que coges el alimento que vas a comer como si fueras a tomar una copa del mejor vino. Te abres a percibir todos los matices de sabores y quieres encontrar las palabras que definen las sensaciones que notas.
Así mismo puedes coger el alimento, con el mismo respeto y actitud. De ahí viene más mesura y cuidado, sin la necesidad de prohibírtelo, encontrando el sabor buscado tomando menor cantidad.
Un forma de aprender a comer así es hacer el ejercicio de comer como si tuviéramos que explicar a otra persona lo que hemos comido: los detalles del sabor, los aromas, si es picante o si es áspero, si está tibio o cálido o frío… ¡Tan detallado como sea posible!
Lo podemos empezar a hacer con un alimento simple, como un grano de uva y luego con un plato elaborado.
Cuanta más capacidad de percibir los matices tengamos, más selectivo se va convirtiendo el paladar, llegando a la satisfacción comiendo pocas cantidades.