Cuando se habla del término obesidad se suelen tener ciertos prejuicios o pensar que es un problema puramente de hábitos (y por lo tanto “fácil” de cambiar) o por lo contrario genético (y por lo tanto “difícil” de cambiar). No obstante, el hambre emocional está detrás de la gran mayoría de los problemas de sobrepeso u obesidad.
En la sociedad actual tenemos íntimamente relacionadas ciertas emociones con el acto de comer. Cuando celebramos algo lo hacemos comiendo, y cuando “lloramos algo” solemos hacerlo también comiendo, normalmente alimentos altos en azúcar (sustancia muy adictiva) o en hidratos de carbono, grasas saturadas, etc. Estos alimentos proporcionan una sensación inmediata y momentánea de “felicidad”, pero a posteriori aparecen los sentimientos de culpa y también malestar físico. Por lo contrario, alimentos ricos en omega 3, probióticos, frutos secos, frutos rojos, verdura fresca y en general todo tipo de comida que no sea ultraprocesada, genera un bienestar tanto físico como mental.
El hambre emocional da una sensación de falta de control a quien lo padece, parece que a menos que no tenga comida a su alcance (y a veces ni así), no sucumbirá a él. Es un hambre “urgente”, no puede esperar, y pide alimentos concretos como comentamos anteriormente, lleva a comer normalmente grandes cantidades de comida en poco tiempo. Es importante saber diferenciarlo del hambre físico, que es aquel que ocurre cuando se llevan ciertas horas sin comer o bien se ha comido menos cantidad de la que el cuerpo necesita. En casos de mucha hambre se acompaña de “rugido” de estómago o sensación de vacío, y normalmente se sacia tras unos 20 minutos comiendo, sin necesidad de comer a grandes velocidades, aunque a veces puede ser que se coma rápido por otros motivos, lógicamente.
Si eres consciente de que sufres de hambre emocional, tienes ataques incontrolables de comer compulsivamente, tras pelearte con alguien acudes a la comida, etc. ¿Qué puedes hacer?
- Intenta ser consciente de los factores precipitantes: soledad, discusiones, sentimiento de inferioridad, miedos…
- Ese “hambre” está tratando de saciar algo más que el estómago, con ayuda profesional puedes encontrarlo y tapar ese “agujero” emocional.
- Trata de ser consciente de lo que comes en todo momento, y tomate unos minutos antes de empezar a comer y pregúntate qué tipo de hambre tienes y qué es lo que vas a comer.
- No te obsesiones con la comida ni con dietas restrictivas.
- Cambia las rutinas que te llevan a comer compulsivamente, si es que tienes un patrón de ingesta concreto.
Si te has sentido identificado/a con este escrito, tenemos buenas noticias, con un buen acompañamiento psicológico se puede llegar a la raíz del problema y tratar de buscar soluciones, además de dotar de estrategias cognitivo-conductuales con eficacia demostrada, con el objetivo de aumentar el auto-control y mejorar tu calidad de vida y tu estado físico y psicológico.